Article de Proyecto 451 (newsletter).
Exactamente no se sabe, pero hay una cifra estimada de 79.253 toneladas de CO2. Esa es la cantidad de emisiones de la industria española del libro durante 2021, un año en el que se publicaron 198.132.000 ejemplares en total. Estimando una media de 400 gramos (discutible, puede ser mucho más, pero este es un valor usado por la industria editorial alemana) de CO2 por ejemplar, la cifra resultante son estas 79.000 toneladas. Ahora la pregunta es, ¿400 gramos por ejemplar, o 79.000 toneladas al año, es mucho o es poco?
Según Joana Moll, artista e investigadora del impacto ambiental de la digitalización, cada segundo que utilizamos Google estamos emitiendo 500 gramos de CO2 a la atmósfera. Si cada persona de España utiliza el buscador una media de diez segundos al día, el total de emisiones anuales llega a las 220.000 toneladas, o sea casi cuatro veces la que emite la industria del libro. Si observamos los datos de la industria editorial alemana, nos encontramos con la cifra de 167 mil toneladas a partir de una media de 400 gramos y 420 millones de libros producidos. Aunque la industria del libro (y la cultura en general) sean actividades comparativamente bajas en emisiones, tienen un potencial de sensibilización con el que hay que responsabilizarse. El libro ecológico no existe, pero sí que existe el libro que minimiza su impacto.
Según el Análisis de Ciclo de Vida de un libro en papel realizado en el marco del proyecto Greening books, en el proceso de producción de un libro, la distribución es responsable del 16.4 por ciento de las emisiones. Esto implica el transporte de las materias primeras y el transporte de la mercancía a los puntos de venta. Es muy importante, entonces, que las editoriales se comprometan con la producción local. Esto significa producir en el mismo territorio que se va a distribuir. Que una editorial española imprima en un país asiático incrementa su huella de carbono en un 700 por cien, y en Eslovenia en un 200 por cien. Y si hablamos de distribución, también hay que hablar del modelo de consumo. En 2022, en plena crisis por el aumento del precio del papel, trascendió la noticia de la gran adquisición de cartón por parte de Amazon. El ecosistema del libro pasaba de repente a utilizar un cartón con una vida útil de tres días. La compra online de libros en papel representa entre el 20% y el 23% del comercio del libro. Si proyectamos ese dato sobre la cifra de ejemplares vendidos en 2021, 174 millones de ejemplares, obtendríamos la cifra de cerca de 34 millones de libros comercializados por e-commerce, es decir, enviados mediante furgonetas y paquetería a los domicilios de los lectores, un tema de dudosa sostenibilidad.
Un segundo criterio importante tiene que ver con el papel. Según el estudio de Análisis de Ciclo de Vida, el uso de papel es responsable del 49.4% de las emisiones de cada libro. Para minimizar esta huella, la propuesta es utilizar papel reciclado y/o con la certificación de gestión forestal sostenible FSC o PEFC. En la actualidad, casi el cien por cien de las imprentas españolas ya trabajan sin problema con este tipo de papel, y empieza a ser obligatorio para varias subvenciones.
Y finalmente, como tercer criterio tenemos el cálculo y comunicación de la huella de carbono por ejemplar. De la misma manera que establecemos un presupuesto económico para el funcionamiento de la empresa, cada editorial podría establecer un presupuesto de carbono anual. Visibilizar la huella de carbono en los créditos de cada libro cumple una función de transparencia y de sensibilización. Pero además, tenemos herramientas que no sólo nos darán una cifra, sino que nos ayudarán a tomar medidas de minimización.
En pocas palabras, la ecoedición es un consenso. Un consenso que opera como una carpa en la que confluyen muchas formas distintas de hacer bien una misma cosa. En España se están dando algunos pasos importantes en todos estos sentidos, aunque es imprescindible una aceleración general del sector. Dar los pasos inmediatamente para avanzar en una ecorresponsabilidad social exige ser transparentes y definir un plan global de sostenibilidad. En definitiva, tomarse en serio el problema (Publishers Weekly, 3 minutos).