Article de Proyecto 451 (newsletter).
Recientemente Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro, declaró que el aumento interanual del papel obra, ahuesado y ecológico (el más utilizado para los libros) había sido del 150%, y que el papel ilustración, utilizado para la impresión de cubiertas y la edición de libros infantiles, había superado el 300%. El papel, que históricamente representaba el 35% del costo de un libro, ahora es el 54%. Esta situación implica un aumento del precio de los libros que indudablemente afectará a las posibilidades de compra de los lectores.
Hoy un libro de papel de 20 euros, cuesta 9 en electrónico, pero si el de papel pasara a costar 30, como el electrónico no tiene por qué aumentar, la diferencia entre uno y otro formato será mucho mayor. ¿Qué harán los lectores?¿Pagarán tres veces más para comprar el libro en papel? Y si lo hacen ¿podrán seguir comprando la misma cantidad de libros al año?
Por eso la crisis del papel no es tal, sino todo lo contrario: “El mercado papelero lleva más de una década herido de muerte por la digitalización, sin embargo, sus productores acaban de marcar récords de beneficios”. Las fábricas de papel están teniendo resultados económicos fabulosos. Las españolas, a comienzos de 2023 ya tienen vendida toda la producción del año, las canadienses han explotado tanto los bosques, que no se les permite talar más, por lo que compran la pasta de celulosa a Brasil. Las finlandesas se instalaron en Uruguay, que está al lado de Brasil, su nuevo proveedor. La papelera más grande del mundo, la estadounidense International Paper, en 2022 tuvo el récord de ganancias en sus 125 años de historia. Por eso, la crisis del papel lo es para las editoriales, no para las papeleras (Guillermo Schavelzon, 4 minutos).