Article de Proyecto 451 (newsletter).

El complejo mercado global del papel padece una tormenta perfecta, y nadie sabe a ciencia cierta cómo puede acabar ni quién puede sucumbir en el intento. Desde la pandemia, y más concretamente desde el inicio de la guerra de Ucrania, todo lo que tiene que ver con el sector papelero “se ha vuelto loco”. En una industria totalmente globalizada y que depende de tantos actores, la cadena de suministros fue golpeada primero por los cierres y las cuarentenas, y ahora el aumento del precio de la energía ha acabado de volar todo por los aires. Un año después del inicio del conflicto, los expertos se dividen entre los que ven un futuro positivo con una normalización del sistema y los que otean en el horizonte una resaca.

Hasta hace unos años, la del papel se veía como una muerte anunciada. La digitalización campaba a sus anchas y todo abocaba a un uso menor de este material. Según expertos y estadísticas, es en buena parte así. Sin embargo, esta sacudida ha demostrado que está lejos de ser un mercado muerto. El consumo de papel cae, pero el de cartón se ha multiplicado, alentado por el comercio electrónico. Si a esto se le suma una concentración de la producción, se empieza a entender lo que se está viviendo ahora. Mientras algunos se ahogan o sufren para resistir, en el otro lado hay nombres como Ence, la papelera gallega, que ya ha vendido toda la producción que podrá tener en 2023 (incluso estando pendientes del posible cierre de su planta de Pontevedra por un juzgado que al final les ha permitido mantenerla abierta) o el de International Paper, la principal papelera del mundo, que, tras 125 años de historia, en 2023 ha marcado uno de los mejores récords de ganancias del S&P 500.

“Hay que entender que la industria papelera es un mercado global, que necesita de materias primas, procesos de transformación complejos y que, además, consume muchos recursos en su fabricación, es el quinto en nivel de gasto energético. Es entendible que viva momentos de crisis después de todo lo que ha pasado”, detalla Paco Lorente, profesor de ESIC Business School. “Además, la digitalización estaba llamada a reducir mucho el tamaño de esta industria, y así ha sido en parte, muchas fábricas han cerrado. Pero ha aparecido el cartón y el comercio electrónico ha redoblado la apuesta porque ahora se usa este material para todo, lo que ha tomado al sector por sorpresa y de forma descompensada”, añade.

Para Lorente, el papel vive en una espiral difícil de estabilizar. “Los costes de fabricación suben, por lo que el precio de origen sube; además, al haber menos productores, la demanda, que ha crecido con la pandemia, se concentra. Pero el siguiente escalón de la cadena también tiene más costes, a los que suma el mayor precio que paga por la materia prima, y todo acaba repercutiendo en los siguientes eslabones hasta el usuario final. El problema es que, según va pasando la cadena, el siguiente comprador puede no tener dinero suficiente para afrontar estas subidas y reduce el consumo, lo que afecta de vuelta a toda la cadena y eso es a lo que, creo, se tendrán que enfrentar ahora” (El Confidencial, 6 minutos).

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