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Música por celular, redes sociales, videojuegos, Netflix y Spotify son los platos fuertes de un menú cultural de los habitantes de la Argentina que incluye, además, diarios digitales, visitas a museos, fiestas religiosas y gastronómicas. Así lo revela el informe preliminar de la Encuesta nacional de consumos culturales 2013/2023 que fue presentado en la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires y que pueden descargar desde acá.

En la tercera edición de esta encuesta, la música por Internet y las plataformas audiovisuales se consagraron como los consumos culturales más importantes; a la vez, siguen cayendo formatos tradicionales como el diario en papel y las revistas. La lectura de libros en 2022 creció respecto de 2017, pero fue más baja que en 2013.

Allá por 2013, la encuesta ni siquiera consideraba a las plataformas audiovisuales, y de 2017 a 2022 saltaron del 41 al 65%. El 52% utiliza plataformas pagas (la preferida es Netflix, con un arrasador 63%; le sigue Disney con un 22%) y el 12%, plataformas gratuitas. Casi el 60% de la población mira los contenidos audiovisuales de plataformas en el televisor, y el 28% en el celular. La lectura de noticias en medios gráficos y, sobre todo, digitales subió del 57% en 2017 al 68% en 2022. Solo el 14% lee en papel, un 46% en digital (en el celular) y un 48% a través de redes sociales.

La lectura de libros subió respecto de 2017 (del 44 al 51%), pero cayó respecto de 2013, cuando se ubicaba en el 57%. El formato preferido sigue siendo el papel (28%), aunque creció el libro digital (12%) y los audiolibros (5%). El hábito de lectura se incrementa en los hogares con mayor cantidad de libros, no obstante, la encuesta determina que el 40% no tiene más de diez libros en su hogar (Diario La Nación, 3 minutos).

Por otra parte, el Ministerio de Cultura de la Nación también presentó datos y estadísticas oficiales sobre el sector del libro: producción, consumo y alcance de políticas culturales. Les compartimos también un video de la presentación.

Para cerrar, compartimos algunas reflexiones sobre el balance que dejó la Feria del Libro para el sector, una industria que está lejos de vivir tiempos de bonanza, lo cual resulta lógico en un país que arrastra problemas económicos desde hace largos años. Hoy por hoy, el principal flagelo se llama inflación: la tasa interanual supera 100% y es la tercera más alta del mundo. Para colmo, el precio de los libros subió en el último año aún más que la inflación: al menos 120%. En Argentina, cuatro de cada diez personas viven por debajo de la línea de la pobreza. ¿Cómo hace el mundo editorial para seguir adelante en un contexto tan desfavorable?

En los últimos dos años el costo del papel para libros en el mercado local se multiplicó por más de cuatro. La Cámara Argentina del Libro emitió en enero un comunicado que destacaba que el precio del papel obra o ahuesado (el que se utiliza para las páginas interiores de los libros) había subido 150% en apenas un año, y el del papel ilustración (para las portadas o las páginas de libros infantiles), 300%. Hay otro problema que deben afrontar las editoriales: la compra de derechos y el pago de regalías a autores que viven en el extranjero, operaciones que se realizan en dólares. Esto representa un desafío debido a la devaluación y escasez de la moneda en Argentina. También hay que hablar de las editoriales pequeñas que buscan subsistir ajustando las tiradas, redoblando esfuerzos en ferias y eventos públicos, y enfocándose en mercados extranjeros. A pesar de las dificultades, el mundo editorial argentino se mantiene gracias a un mercado vigoroso, una oferta variada y de calidad, y una red de librerías en constante transformación (Letras Libres, 3 minutos).

Con respecto al papel ilustración hay un problema mayor, el insumo no se fabrica en Argentina, es obligatoriamente importado. Los editores aseguran que lo pagan “cuatro o cinco veces más que el precio internacional” y por ese motivo es que reclaman una intervención estatal: “Una buena muestra de la grave situación del papel es lo que acontece con las compras públicas de libros: en los últimos años, los editores celebramos el retorno de los planes de lectura y de un importante volumen de adquisición estatal de libros para escuelas y bibliotecas. Sin embargo, nos enfrentamos hoy a la absurda situación de no poder encarar la producción de ejemplares para atender esas compras”. La pregunta por la intervención del Estado ya no es pertinente. La pregunta útil es: ¿de qué forma?, ¿comprando libros e inyectando dinero o elaborando una política que modifique algunas cuestiones estructurales? (Infobae, 3 minutos).

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